Muchas personas al hablar de café sitúan su origen equivocadamente en Sudamérica, como producto originario de los tantos que nos ha traído y revolucionado la gastronomía europea. Las razones de este equívoco son muchas y variadas, aunque el hecho de que buena parte del café consumido actualmente venga de países de esas latitudes, y que el primer productor mundial se encuentre en América del Sur es una de las principales causas. Dado que es interesante aclarar que es Brasil el mayor productor mundial, con mayor parte de producción de la variedad Robusta.
Lejos de Sudamérica, la cuna del café la encontramos en África, concretamente en lo que hoy conocemos como Etiopía. De allí, el grano viajó a Europa y desde el Viejo Continente y de la mano de los muchos europeos que se lanzaron a la aventura americana, el café llegó al otro lado del Atlántico. Luis XIV envió unos granos para su cultivo en Martinica, y fue por allí por donde entró al continente americano.
A causa de la revolución haitiana ocurrida entre 1791 y 1804, primer movimiento independentista sudamericano, muchos emigrantes europeos escaparon a Brasil y llevaron consigo el café, lo cual convirtió a ese país, con el paso del tiempo, en el primer productor mundial.
En Colombia se plantaron las primeras semillas en 1732, llevadas por los misioneros Jesuitas españoles. El resto de países sudamericanos no quedaron al margen de las bondades de este nuevo cultivo y desde el siglo XVIII se produce café con fines comerciales en Ecuador, Venezuela, Perú y Bolivia.