Las mañanas en Italia tienen un aroma y un sabor bien definidos: ¡Café!
Una de las bebidas más consumidas del mundo que en Italia ha encontrado un pueblo literalmente enamorado de su sabor y aroma. Del ristretto al macchiato, un abanico de sabores que evolucionó con la llegada de los granos de cafeto desde Oriente a través de la puerta de entrada a Europa, en Venecia. En su histórica Plaza San Marcos encontramos el café Florian fundado en 1720, único sobreviviente de las primeras ‘bottega di caffè’ de la ciudad, punto reunión de nobles e intelectuales, como Giacomo Casanova.
Para la Ciudad Eterna y los romanos, el café es como el combustible: el espresso es el elemento vital. Hay quienes logran beber hasta cinco al día, gracias a la "velocidad" de la cultura del café italiano. El emblemático café Sant'Eustachio, ubicado frente al Senado de la República Italiana, y muy cerca de Piazza Navona y del Pantheon, puede servir hasta ¡seis mil cafés al día!
Roma hospeda al segundo café más antíguo de Europa, el Antico Caffè Greco, ubicado en la elegante Via Condotti y a metros de Piazza di Spagna, inaugurado en 1760. Desde el siglo XIX se mantiene inalterable como un centro cultural de encuentro de artistas e intelectuales italianos y extranjeros. Al día de hoy mantiene su espíritu ecléctico y es la galería de arte privada y abierta más importante del mundo ¡Al precio de un café!
Siguiendo nuestra ruta italiana del café hacia el sur, no podremos dejar de visitar Nápoles, que se considera a sí misma como la capital indiscutida del expresso.
“Ah, che bellu cafè, sulo a Napule ‘o sanno fa’ e nisciuno se spiega pecché è ‘na vera specialità!” (Ah, que bello café, solo en Nápoles lo saben hacer y nadie se explica por qué es una verdadera especialidad) canta en dialecto Doménico Modugno en una de las tantísimas canciones napolitanas que hablan del café. La ciudad a los pies del Vesubio es un viaje antropológico a la vida cafetera, donde el “oro negro” es tratado como un verdadero arte y ritual para todo el día.